sábado, 26 de junio de 2010

EL DÍA QUE ME QUIERAS....

Jugar en casa de mis abuelos en mi niñez, siempre era una aventura. Por unos años fui la única nieta, estaba rodeada de mis tíos, todos chicos y de pocos años más que yo. Allí jugaba entre esos vándalos, que lo mismo me disfrazaban de pirata, que hacíamos carreras con los coches del escalextric o me leían tebeos del corsario negro. Podíamos trastear la casa, ponerlo todo por medio, pero teníamos bien aprendida la lección de que había determinados objetos a los que no podíamos acercarnos. Uno de ellos era un gramófono en madera de roble, con tapa y sin bocina. El sonido salía por dos pequeñas puertas que dependiendo, si se abrían más o menos, el sonido se hacía más fuerte o más débil. La música que inundaba la casa, era especial, se conjugaba la voz del cantante con el crujir de la gruesa aguja que reproducía el sonido. Entre todas esas canciones la que más recuerdo es “el día que me quieras” de Carlos Gardel.

Hace unos años mis abuelos me regalaron ese gramófono. Está en casa, totalmente expuesto y en perfectas condiciones de funcionamiento. Escuchar una canción en él es una gozada, suena potente, grave, artesanal. Además del gramófono, mis abuelos me regalaron más de cincuenta discos de pizarra, entre ellos están varios de Gardel y también el tango “el día que me quieras”.

Hoy lo he escuchado repetidas veces, pero esta vez en una voz también privilegiada como es la de Diego el Cigala. De él tengo todos sus CDs, y aunque pensaba que este sobre tangos quizás no me iba a gustar, tengo que decir que con esa mezcla, de tango y flamenco, me ha vuelto a cautivar y con esta canción más.

Así termina la letra del tango. Perfecta para escucharlo viendo una bella puesta de sol.

El día que me quieras
no habrá más que armonías,
será clara la aurora y alegre el manantial.
Traerá quieta la brisa
rumor de melodías
y nos darán las fuentes
su canto de cristal.

El día que me quieras
endulzará sus cuerdas
el pájaro cantor,
florecerá la vida,no existirá el dolor...

La noche que me quieras
desde el azul del cielo,
las estrellas celosas
nos mirarán pasar
y un rayo misterioso
hará nido en tu pelo, luciérnaga curiosa que verá... ¡que eres mi consuelo.

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