jueves, 16 de octubre de 2008

MI APORTACIÓN AL JUICIO DEL YAK-42

“¿Por qué no hizo usted nada más que una pregunta parlamentaria cuando los militares se le quejaron de los aviones en los que viajaban?”

Algo así me preguntó el defensor de los acusados en mi declaración como testigo en el caso del Yak-42, ante el Juez Grande-Marlaska el pasado 6 de octubre en la Audiencia Nacional.

Esta estrategia me suena, pensé. Es lo que siempre ha hecho Trillo: buscar a alguien a quien echar la culpa con tal de no asumir la responsabilidad. Y respondí como si estuviera en la sesión de control del Parlamento cuando le interpelaba:

“Mi obligación era preguntar al Ministerio de Defensa si eso estaba ocurriendo, si había control de seguridad de esos aviones y si sabía el descontento de los militares que viajaban en ellos. Esa era mi obligación. Y la obligación del Ministerio era constatar que eso era verdad. Y sin embargo no hicieron nada. ¿Por qué no hicieron nada?”

Todo empezó a principios del mes de marzo de 2003. Unos militares me explicaron que estaban viajando en unos aviones de la antigua Rusia que no ofrecían ninguna garantía de seguridad. Eran Oficiales Jefes y Suboficiales del Ejercito del Aire. Me dijeron que algún día ocurriría una desgracia, me pidieron que hiciera algo porque pasaban mucho miedo y no querían volver a viajar en esos aparatos. Tenían serias dudas sobre las compañías aéreas. Así un día, cuando uno de estos aviones quiso echar combustible en la Base de Morón, nuestro Ejército se negó porque no se fiaban de su tarjeta de pago. Pero pasadas cinco horas y en vista de que el avión no salía, el Jefe del Estado Mayor dio el consentimiento para que aceptaran la tarjeta.

Me comentaron que solicitaron la cartilla de uno de los vuelos y comprobaron que las revisiones estaban caducadas desde hacía más de un año. Que la tripulación era inexperta, que no cumplía las condiciones de seguridad. Dormían encima de las maletas a 40 grados bajo cero y sin calefacción porque el avión estaba parado. No iban a un hotel para ahorrar costes… Me explicaron que la única pretensión de esta tripulación era buscar el país donde compraban el combustible mas barato y ahí hacían siempre escala.

Los militares se quejaban continuamente, mientras viajaban en el avión, cuando llegaban al destino y, sobre todo, cuando debían volver a España. Pero nadie les hacía caso. Me dijeron que unos días antes de volver a nuestro país y conociendo el avión que les iba a traer a casa, sacaron de Internet las estadísticas de los accidentes que habían tenido estos aviones. Lo colgaron en el tablón de anuncios con unas frases: ¿Por qué tenemos que viajar en estos aviones y no en aviones españoles? ¿Por qué no viajan en estos aviones los Generales? Buscaban distintas formas de protestar, pero no tuvieron efecto. Ordenaron quitar el cartel del tablón de anuncios.

El abogado de la parte acusada me dijo que los militares no me habían denunciado nada que supusiera inseguridad en los vuelos. Le contesté: “¿Le parece poco que una cartilla de vuelo estuviera caducada? ¿O que las ruedas estuvieran gastadas, las puertas no funcionasen bien, las rutas que diseñaban se pasaban de horas, la cabina de la tripulación era para no mirarla y que todo ello lo llevara una tripulación que no cumplía las normas de seguridad?” Los militares que se dirigieron a mí eran del Ejercito del Aire y sabían muy bien cuales son las condiciones de seguridad de un avión.

Una de las preguntas que me hicieron los abogados de la defensa fue si yo pensaba que Trillo conoció mi pregunta parlamentaria antes del accidente. Les dije que sí y que lo podía demostrar, ya que días después del accidente, concretamente el 11 de junio, el Sr. Trillo me respondió en el Parlamento: “Su pregunta nos llegó el 7 de Abril y la trasladé al JEMAD y al Jefe del Estado Mayor del Aire”

Es decir lo sabían, pero no hicieron nada. Los militares que recurrieron a mí, lo hicieron desesperados porque nadie les hacía caso. Pensaron que yo podía ser su oportunidad para no volver a viajar en esos aviones. Pero a mí tampoco me hicieron mucho caso.

Después del accidente me volví a ver con ellos. Uno debía haber viajado en el Yak-42 que se estrelló, pero le cambiaron el día de regreso. Esa tarde de junio cuando nos volvimos a ver, me dijeron “sabíamos que iba a pasar, lo que no sabíamos es a quien le iba a tocar”

Quiero agradecer a las familias de mis 62 militares el cariño y el afecto que siempre me han demostrado y también su apoyo en la Audiencia.

No sé si alguien pensó que dejar mi testimonio para el final y hacerme esperar más de dos horas y media para declarar, me iba a poner nerviosa o iba a marcharme. Nada de eso, mi único objetivo el pasado 6 de octubre era colaborar con la verdad y con la justicia, ese es el mejor homenaje que se les puede hacer a nuestros héroes.

No hay comentarios: