La tienda de mi amiga nos llevó ayer a un interesante debate antes de ver el partido entre el Real Madrid y el Barcelona. En estos años se han puesto en marcha multitud de proyectos innovadores, con un esfuerzo en inversión, con préstamos hipotecados a los bancos, acciones de negocio que se presentan como una oportunidad única para afrontar con éxito la transformación que se requiere. Proyectos que son la suma del esfuerzo de mucha gente para ponerlos en marcha y en la que se elige concienzudamente a las personas que tiene que tener la responsabilidad de estar al frente del mismo. Pero a veces una sola persona puede acabar con ese proyecto de ilusión y de futuro. Pero también puede pasar al contrario, mover una sola ficha dentro del mismo, puede resultar altamente beneficioso para el conjunto de la empresa y su objetivo empresarial o social. Eso nos contaba ayer mi amiga, una pequeña empresaria, que con tan sólo hacer un cambio en su tienda, precisamente la persona que está de cara al público, ha cubierto en los tres primeros meses de 2010, los objetivos empresariales de todos el año. Aceptar en los negocios es importante y nunca es tarde si los cambios son a mejor.
Encomendar una responsabilidad para llevar a cabo un proyecto exige una serie de características que no todo el mundo tiene que poseer. Algunas de esas habilidades van en los genes, otras se aprenden durante la vida, algunas más en el ejercicio de la profesión y otras son consustancial a la persona. Lo peor es asumir una tarea y darse cuenta de que no se tiene ninguna habilidad y de que por mucho empeño que le pongas y por muchas oportunidades que le otorguen no se es capaz de adquirirla. No creo que eso sea bueno o malo, simplemente es un aviso de que en algunas cosas se puede ser un crack, pero para otras no se sirve. No es lo mismo no saber poner las barras de unas cortinas, que quedarán mejor o peor, que ser un pésimo piloto de avión donde de tus acciones dependen de la vida de muchas personas, de las que llevas contigo dentro del aparato y de las que sobrevuelas.
Ya me lo dice mi amiga, ha estado a punto de cerrar el negocio, pero se arriesgó con un cambio de dependienta, una persona que tiene capacidad de trabajo, que es eficaz, que sabe estar frente al público, tiene cabeza y escucha el corazón ante de tomar una decisión. Por eso su clientela ha aumentado, se siente satisfechas cuando salen de allí y lo que es más importante para el objetivo empresarial, todo el mundo sale con una compra hecha.
Está claro que hay que tomar decisiones, pero decisiones pensadas, analizadas, sabiendo los pros y los contras. No se pueden tomar decisiones a golpe de impulso, para salir del paso, o con la ira o la intransigencia como elemento dominante. Las decisiones que afectan a los demás hay que tomarla con cabeza, con racionalidad, acertando con el manejo de la responsabilidad y poniéndole corazón. Y eso no es llorar, no es dar un abrazo o un beso fingido y decir que se siente mucha pena. No. La inteligencia emocional es sentir al que tienes en frente, ponerse en su piel, saber como le va a afectar la decisión que tomes y buscar alternativas a esa situación. Esto no es de las cosas que se aprenden, es algo que deberíamos tener innato las personas y creo que es una de las características imprescindibles que deben tener las personas que están al frente de una tarea.
Para los que estos días me habéis preguntado que es lo que yo pienso sobre si son buenos o malos los cambios en negocios en un momento además de crisis como el actual, os digo que no soy ninguna experta para dar consejo, pero tan sólo hay que contestar algunas preguntas. ¿Hay ilusión en ese proyecto? ¿Se toman decisiones colectivas entre los integrantes del mismo? ¿Se establecen objetivos o metas en común? ¿Hay buen ambiente de trabajo? ¿Las decisiones se toman responsablemente sopesando todas sus consecuencias? ¿Se actúa pensando en el bien general y no el particular? ¿Se acierta en un porcentaje alto en la toma de decisiones? ¿Se prevé planes alternativos si fracasa el anterior? ¿Se escucha a las personas a las que afecta nuestro negocio? ¿Hay paz social en la empresa? Si esto se produce en un 80% no es necesario cambiar nada. Si no es así, la respuesta la deben tomar los responsables de cada empresa, sabiendo lo que se juegan. Mi amiga ha acertado.
Escuché el otro día decir a un profesor de la Universidad Europea de Madrid, que “el éxito es sólo la muestra del esfuerzo, no la continuidad de nada y menos la continuidad de algo acabado o fracasado”.
Encomendar una responsabilidad para llevar a cabo un proyecto exige una serie de características que no todo el mundo tiene que poseer. Algunas de esas habilidades van en los genes, otras se aprenden durante la vida, algunas más en el ejercicio de la profesión y otras son consustancial a la persona. Lo peor es asumir una tarea y darse cuenta de que no se tiene ninguna habilidad y de que por mucho empeño que le pongas y por muchas oportunidades que le otorguen no se es capaz de adquirirla. No creo que eso sea bueno o malo, simplemente es un aviso de que en algunas cosas se puede ser un crack, pero para otras no se sirve. No es lo mismo no saber poner las barras de unas cortinas, que quedarán mejor o peor, que ser un pésimo piloto de avión donde de tus acciones dependen de la vida de muchas personas, de las que llevas contigo dentro del aparato y de las que sobrevuelas.
Ya me lo dice mi amiga, ha estado a punto de cerrar el negocio, pero se arriesgó con un cambio de dependienta, una persona que tiene capacidad de trabajo, que es eficaz, que sabe estar frente al público, tiene cabeza y escucha el corazón ante de tomar una decisión. Por eso su clientela ha aumentado, se siente satisfechas cuando salen de allí y lo que es más importante para el objetivo empresarial, todo el mundo sale con una compra hecha.
Está claro que hay que tomar decisiones, pero decisiones pensadas, analizadas, sabiendo los pros y los contras. No se pueden tomar decisiones a golpe de impulso, para salir del paso, o con la ira o la intransigencia como elemento dominante. Las decisiones que afectan a los demás hay que tomarla con cabeza, con racionalidad, acertando con el manejo de la responsabilidad y poniéndole corazón. Y eso no es llorar, no es dar un abrazo o un beso fingido y decir que se siente mucha pena. No. La inteligencia emocional es sentir al que tienes en frente, ponerse en su piel, saber como le va a afectar la decisión que tomes y buscar alternativas a esa situación. Esto no es de las cosas que se aprenden, es algo que deberíamos tener innato las personas y creo que es una de las características imprescindibles que deben tener las personas que están al frente de una tarea.
Para los que estos días me habéis preguntado que es lo que yo pienso sobre si son buenos o malos los cambios en negocios en un momento además de crisis como el actual, os digo que no soy ninguna experta para dar consejo, pero tan sólo hay que contestar algunas preguntas. ¿Hay ilusión en ese proyecto? ¿Se toman decisiones colectivas entre los integrantes del mismo? ¿Se establecen objetivos o metas en común? ¿Hay buen ambiente de trabajo? ¿Las decisiones se toman responsablemente sopesando todas sus consecuencias? ¿Se actúa pensando en el bien general y no el particular? ¿Se acierta en un porcentaje alto en la toma de decisiones? ¿Se prevé planes alternativos si fracasa el anterior? ¿Se escucha a las personas a las que afecta nuestro negocio? ¿Hay paz social en la empresa? Si esto se produce en un 80% no es necesario cambiar nada. Si no es así, la respuesta la deben tomar los responsables de cada empresa, sabiendo lo que se juegan. Mi amiga ha acertado.
Escuché el otro día decir a un profesor de la Universidad Europea de Madrid, que “el éxito es sólo la muestra del esfuerzo, no la continuidad de nada y menos la continuidad de algo acabado o fracasado”.
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