domingo, 13 de septiembre de 2009

UNA FUNDACIÓN DEDICADA A ALFONSO PERALES

Un buen número de socialistas andaluces nos dimos cita ayer en Sevilla para asistir a la creación de una Fundación, que pretende ser un espacio de referencia del pensamiento progresista de Andalucía y que lleva el nombre de nuestro compañero Alfonso Perales.
Al finalizar una compañera diputada me dijo que durante el acto, se había acordado del episodio que tuvo lugar cuando se nombró los ponentes para el Proyecto de Ley del Estatuto de Andalucía y la posición que mantuve a favor de Alfonso y que tanto problemas me ocasionó mis compañeras de escaños y con la propia Secretaria de Igualdad de la Ejecutiva Federal. Le contesté que jamás me he arrepentido de esa decisión, y que actúe con coherencia, a pesar de no haber tenido en cuenta la cuota femenina en los ponentes. Os explico que pasó.

Cuando llegó al Congreso el Proyecto de Ley del Estatuto de Andalucía para su debate y aprobación, mi grupo parlamentario tenía que nombrar a tres ponentes. Alfonso Perales había trasmitido a la dirección de grupo, que él no quería estar como ponente, sino coordinando y llevando la negociación como responsable de la Secretaría de Política Institucional y Autonómica de la Ejecutiva Federal. Así Diego López Garrido, Secretario General del Grupo Socialista, sondea entre los diputados andaluces quienes podrían ser los ponentes. Se decide que sean el Portavoz de la Comisión de Constitucional, Ramón Jauregui y los diputados andaluces Javier Torre Vela y yo, no sólo por andaluza y por mujer, sino que también era cuota de la dirección del grupo. Un principio que siempre mantenemos es el criterio de paridad en los ponentes de las leyes y en los Estatutos además hay una persona que pertenece a la dirección.

Un día Manuel Chaves le dice a Alfonso Perales que quiere que él sea ponente del Estatuto. Un deseo del Presidente de la Junta al que Alfonso no se podía negar. Entonces Perales nos lo comenta a Diego López Garrido y a mí. ¿Qué hacemos? ¿A quién quitamos? En principio a mi no me afectaba. Si entraba un hombre, otro hombre debía salir. Además si yo salía no quedaba nadie de la dirección. No era fácil, decidir, Ramón era el portavoz y había llevado otros Estatutos, Javier estaba enormemente ilusionado y ser ponente le dio una gran dosis de autoestima, después de unos momentos familiares difíciles. Así que decidí que yo me daba de baja y entraba Alfonso. Lo hice convencidísima de que Alfonso debía y tenía que estar y que conmigo no iba a tener problemas. Es más, trabajamos juntos toda la parte del Estatuto que tenía que ver con la igualdad.

La tormenta estalló cuando se hizo público los nombres de los ponentes. Mis compañeras de escaño no entendieron que yo me diera de baja, en vez de un hombre y que un Estatuto como el de Andalucía no tuviera a una mujer entre sus firmantes. Por más explicaciones que les dí, no logré convencerlas, tuve que explicárlo hasta en las Secretarias de Igualdad del regional y del federal.

El 20 de diciembre de 2006 estaba en el pleno del Congreso cuando recibí la noticia de que el Senado había aprobado casi por unanimidad el Estatuto Andaluz. Se acababa aquí la tramitación parlamentaria del mismo. Salí del hemiciclo al pasillo de la M-30 y le envíe un SMS a Alfonso felicitándole y dándole las gracias por su trabajo. Me encontré con la Vicepresidenta De la Vega, que me preguntó por el estado de salud del diputado gaditano, ya sabíamos todos que estaba muy mal. Le dije que le acababa de mandar un mensaje a su móvil porque quería compartir con él la aprobación del Estatuto. Yo le contesté que desde que me enteré que Alfonso estaba malo, no dejaba de pensar lo bien que hice en no haber generado conflictos con los ponentes del estatuto y habérselo puesto fácil a mi compañero. La Vicepresidenta me contestó “Esos son los sacrificios que todo el mundo anota y que luego se convierten en enormes recompensas”. Me dijo que en una ocasión Alfonso le había dicho que yo era lo mejor que los andaluces tenían en el grupo parlamentario”.

Al rato recibí un mensaje muy cariños de Alfonso, sería el último. Tres días más tarde Alfonso nos dejaba. El trabajo del Estatuto en las Cortes había concluido, y él lo había dado todo para que Andalucía tuviera el mejor de los Estatutos. Cuando Alfonso muere la aprobación de nuestro Estatuto sólo dependía de la buena voluntad de los andaluces y andaluzas.

No hay comentarios: